"fortalezas y debilidades"
Para evaluar al evaluador
Manuel Pérez Rocha
H
ay quienes, de manera irreflexiva, se oponen a la evaluación (a toda
evaluación) y señalan que ésta es una práctica impuesta por el
neoliberalismo. Esta postura es un error, pues evaluar es una actividad
inseparable de toda acción humana consciente. Desde que el hombre habita
este mundo ha evaluado las situaciones en que se encuentra y las
diversas opciones que tiene frente a un problema o necesidad. Novedosa
resulta quizá la palabra evaluación, o su aplicación fuera del ámbito
escolar, o la adopción de técnicas e instrumentos específicos, o la
confusión con la medición, pero la evaluación misma no nació con el
neoliberalismo. Con el neoliberalismo nació la obsesión por evaluar y la
imposición de formas verticales y autoritarias de evaluación. De modo
que la reacción sensata frente a estas obsesiones neoliberales no es
rechazar la evaluación, sino someterla a juicio, a evaluación.
En cierto sentido es afortunada la actual obsesión gubernamental por la
evaluación, porque la hace visible. Desde siempre, atrás o dentro de
planes y programas de gobierno, reformas legales y disposiciones
administrativas ha habido evaluaciones; sin embargo, generalmente han
estado escondidas, implícitas, y por lo mismo la evaluación de esas
evaluaciones se hace difícil y los evaluados quedan inermes. Lejos de
rechazar toda evaluación, la exigencia debe ser que se hagan explícitas
las valoraciones y los diagnósticos en que se basan las decisiones
administrativas y de gobierno. Esto significaría el que dichas
decisiones queden adecuadamente justificadas y fundadas, de acuerdo con
sus propósitos (diagnóstico-formativos, administrativos, legales u
otros), y que quienes participarán en su ejecución, o quienes se verán
afectados por ellas, tengan la posibilidad de apoyarlas o cuestionarlas
en sus fundamentos.
La evaluación de asuntos complejos, por
ejemplo las políticas sociales o económicas, o proyectos educativos, no
es una tarea que pueda resolver un "especialista en evaluación", en
planificación estratégica, o en alguna de las modas banales (como los
análisis llamados "FODA") que se generan en los espacios de la
administración de empresas. El problema de evaluar no es solamente de
"método" o de "técnica". Una evaluación sólida exige la participación de
quienes conocen la materia a evaluar, de quienes la han estudiado con
seriedad, de quienes tienen la experiencia adecuada y de quienes viven
los problemas y necesidades que pretenden atenderse con políticas y
proyectos. Una evaluación sólida exige mantener una rigurosa vigilancia
de cómo se conoce el objeto de la evaluación (vigilancia epistemológica)
y la adecuada contextualización de los fenómenos que se estudian.
Toda evaluación implica una comparación: se compara lo que encontramos
en la realidad con lo que es deseable o juzgamos correcto. Con
frecuencia se pasa por alto este elemento esencial de la evaluación: la
comparación. Varios manuales definen la evaluación como "la recopilación
de información para tomar decisiones", y en no pocas ocasiones con ese
simplismo se toman decisiones, eclipsando las comparaciones que dan
sustento a las conclusiones, escondiendo lo que se consideró deseable o
correcto (los referentes), o dando por sentado que son cosas
indiscutibles. Está el caso paradigmático del Consejo Universitario de
la UNAM, hace 25 años, que en media hora, sin discutir, aprobó 26
reformas a la institución porque eran "asuntos de obvia resolución". El
resultado fue un desastre. Este simplismo oculta el hecho de que incluso
en la misma acción de recabar información para tomar decisiones están
implícitos los referentes. Cuando un médico toma la temperatura de un
enfermo ya ha juzgado que un asunto esencial es la temperatura del
paciente y que 37 grados es lo correcto o lo deseable. Cuando la
autoridad de una institución educativa pone en el centro de un
diagnóstico la pregunta de a cuántas "clases" asisten los estudiantes,
ya ha decidido que la asistencia a "clases" es la actividad central en
la educación.
Con la obsesión por la evaluación ahora es
frecuente que las autoridades que desean imponer un proyecto empiecen
por hacer un "diagnóstico", y ante los reclamos de participación de los
afectados responden que dicha participación se dará después, cuando ya
se tenga el diagnóstico. De esta manera pretenden que se pase por alto
que en el diagnóstico mismo ya están los elementos esenciales de lo que
se pretende hacer. Si todo proyecto debe estar precedido de una
evaluación, de un diagnóstico, toda evaluación debe estar precedida de
la definición explícita de los referentes, los criterios, los parámetros
que constituyen lo que se juzga deseable o correcto. Por lo tanto,
desde ese mismo momento deben participar quienes tienen interés legítimo
en el proyecto, y su participación no puede reducirse a la de
proporcionar información o responder encuestas, sino que debe garantizar
la posibilidad de que mediante la discusión se determinen los criterios
de la evaluación.
En aquel caso paradigmático de la UNAM se
hizo famoso en nuestro medio el esquema de "fortalezas y debilidades" y
quedó patente su debilidad pues, además de ser una categorización
simplista de las cualidades y circunstancias de un proyecto u organismo,
pasa por alto el que determinar si algo es una fortaleza o una
debilidad no es un asunto menor. Por el contrario, en ello está el
meollo de la evaluación y debe resolverse haciendo explícitos los
referentes, como he dicho, con la participación de quienes conocen la
materia, de quienes la han estudiado con seriedad, de quienes tienen la
experiencia adecuada y de quienes viven los problemas y necesidades que
se pretende atender con esas políticas y proyectos.
La
presentación explícita, abierta, de los criterios de la evaluación
permite que el evaluado evalúe al evaluador y que introduzca en la
evaluación sus propios criterios; permite también que de manera
constructiva se sumen a las evaluaciones "externas", que aportan puntos
de vista valiosos, los resultados insustituibles de la "autoevaluación".
Ignorar esto, cuando de la evaluación dependerán decisiones
administrativas, es garantía de iniciar un conflicto.
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