Ciudad de México, 31 de
marzo (SinEmbargo).- “Todo amor es subversivo”: una de las tantas
frases que pueblan el cartel con que la editorial Planeta se une a las
celebraciones por el centenario de Octavio Paz, nacido el 31 de marzo de
1914 y muerto el 19 de abril de 1998.
Son ocho mil afiches conmemorativos, con frases tomadas del libro La
llama doble y que, distribuidos en el Distrito Federal, Monterrey y
Guadalajara, nutren la memoria gráfica de una figura fundamental en la
cultura mexicana contemporánea, acaso el más grande intelectual que ha
dado nuestro país en el siglo XX.
El “Encuentro Intelectual Octavio Paz y el mundo del siglo XXI”, que
reunió a pensadores, autores y especialistas de todo el mundo,
transcurrió entre el jueves y el viernes pasado, para volver a poner en
el centro de la atención popular al único Premio Nobel de Literatura que
tiene México, con la convicción expresa del presidente de Conaculta,
Rafael Tovar y de Teresa, de que “la mejor manera de recordarlo” es
debatir y dialogar y debatir alrededor de su obra.
Hugh Thomas, Ian Buruma, David Brading, Miguel León-Portilla, Tzvetan
Todorov, Jean Meyer, Norman Manea, Jorge Edwards, Juan Goytisolo y Julio
María Sanguinetti fueron algunos de los intelectuales que celebraron la
vigencia del autor de Piedra de Sol y El laberinto de la soledad.
Los Premios Nobel Derek Walcott y Wole Soyinka protagonizaron además un
recital de poesía en Bellas Artes, el recinto donde el martes la
escritora Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2014, recibió la Medalla
Bellas Artes, en una ceremonia que había sido postergada por la muerte
en enero del poeta mexicano José Emilio Pacheco.
Poniatowska es autora de Octavio Paz: Las palabras del árbol (2009), un
retrato vivo y cariñoso de un hombre que al decir de la autora de La
noche de Tlatelolco “vivió para las letras, unió a México con Japón y
Francia y situó a México en un punto muy importante” al ganar el Nobel
en 1990.
Elena conoció a Paz en una cena que el también escritor Carlos Fuentes
ofreció en 1953 en honor del poeta, que regresaba a México luego de una
misión diplomática.
“Allí lo conocí y se veía muy feliz, aunque en aquella época no se
vestía bien como cuando se casó con Marie José Tramini, quien lo empezó a
vestir como un dandi. Era un hombre guapo y lo sabía. México lo amó y
lo ama mucho”, dijo Poniatowska a la agencia efe.
Ambos fueron muy amigos y se admiraron mutuamente, aun cuando no
compartían muchas de sus ideas políticas, un hecho que no impidió de
todos modos que fuera Paz el ilustre prologuista de La noche de
Tlatelolco, la manera también de poner en letras la profunda impresión
que dejaron en el escritor los episodios trágicos del 2 de octubre de
1968 en México y que produjeron su famosa renuncia como embajador de la
India.
Fundador de revistas como Plural y Vuelta, donde promovió a jóvenes
autores como Alberto Ruy Sánchez, Enrique Krauze y Christopher
Domínguez, Octavio Paz escribió en 1950 El laberinto de la soledad, “un
análisis de México en que habla de la chingada, nuestra madrecita que se
entregó a Hernán Cortés y de que somos un pueblo inseguro y gritón”,
destacó la autora de Tinísima.
DOS NUEVAS BIOGRAFÍAS
Precisamente, el crítico Christopher Domínguez es el autor de una de las
dos biografías que traen los festejos del centenario de Octavio Paz y
en ella repasa las obsesiones del hombre, el poeta y el escritor
apasionado, en una publicación simultánea en Francia, Estados Unidos y
México, anunciada por Santillana para fines de este año.
Por otra parte, la escritora mexicana Guadalupe Nettel prepara lo que se
ha descrito como una “biografía literaria” de Octavio Paz en la que
destaca, entre otras cosas, la relación del autor mexicano con el
movimiento surrealista y en particular con el poeta francés André
Breton.
“Resulta curiosa la manera en que Octavio Paz, al plantearse las mismas
preguntas que Breton, omite las descripciones de lo maravilloso y se
refiere a él sólo de manera tangencial. Se diría que este escritor
latinoamericano, venido de un mundo donde lo mágico tiene una presencia
cotidiana, particularmente en la literatura, busca más la sobriedad de
imágenes que el poeta francés”, ha escrito Nettel.
Cortesía Editorial Planeta
Cortesía Editorial Planeta
“Mientras uno admiraba en el otro el exotismo mexicano y su absurdo
cotidiano, la magia de los oráculos mayas, las piedras de sol que
alumbraban su imaginario, Paz sube por las ramas del surrealismo en
busca de Nerval y Lautréamont, del deseo como liberación representado en
la obra de Sade, para renovarse en esa otra tradición, en esa otra
magia.
Es probable que bajo el efecto de una luna “objetiva” Paz se haya
convertido por un instante interminable en Breton y Breton en una
mariposa de obsidiana, extraviada en el París de la postguerra”, opina
la autora de Pétalos y El cuerpo en que nací.
LA VOZ COMBATIVA
La voz combativa de un hombre que luchó desde la izquierda en pos de la
transformación del hombre, abonando ideas revolucionarias que dieron
sustancia a su pensamiento político, es lo que destacan en el centenario
de Octavio Paz intelectuales como Jorge Volpi y Juan Villoro.
Se trata de un perfil retaceado por quienes lo ubican en el ítem de las
ideas conservadoras y liberales, sobre todo por la crítica feroz que a
su vuelta del extranjero realizó al estalinismo y a la luego fracasada
Revolución Rusa y sus réplicas.
Intelectuales, en homenaje a Paz. Foto: efe
Intelectuales, en homenaje a Octavio Paz. Foto: Efe
“Creo que fue un hombre que tuvo una evolución peculiar que durante su
juventud abrazó la idea de la revolución socialista y toda esa vertiente
ideológica la desarrolló hasta principios de los ’70. En los ’70, antes
de regresar a México luego de su estancia en la India, estuvo un par de
años en Europa y ese fue un periodo muy significativo para él en
términos políticos. Leyó a Alexander Solyenitzin, conoció de viva voz la
experiencia de disidentes soviéticos que terminaron por abrirle los
ojos.
Cuando Paz llega a México a mediados de los ’70, lo hace en medio de una
crisis personal de todos sus valores que derivan en la publicación, en
1974, de un texto titulado “Polvo de aquellos lodos”, donde hace una
autocrítica de su pasado socialista.
Esa versión del Paz autocrítico repensando su pasado, su militancia, es
el que entra en colisión con una nueva generación de intelectuales
jóvenes mexicanos, que se agrupaban en ese momento en el suplemento La
cultura en México, dirigido por Carlos Monsiváis. Esos jóvenes eran los
del ’68, quienes por su mismo tránsito por ese año axial, se había
convertido en una generación muy radical, muy revolucionaria y que tuvo
un encuentro frontal con un Paz que venía ya de vuelta de todo eso”,
explicó el crítico Fernando García Ramírez, en entrevista con
SinEmbargo, al presentar el número de Letras Libres dedicado a Octavio
Paz.
“Creo que su crítica al socialismo en los ’70 siempre fue en el marco de
un pensamiento de izquierda. Sus últimos gestos de simpatía hacia el
Comandante Marcos y hacia la sublevación chiapaneca tiene esta lectura,
es decir, que Paz, por la tradición de su papá, quien peleó con los
zapatistas, y de su abuelo, que fue un gran luchador liberal, tenía una
tendencia casi genética por la pasión revolucionaria”, agregó.
María José Tramini, su viuda, recibe una medalla en la Cámara de
Diputados. Foto: efe
María José Tramini, viuda de Paz, recibe una medalla en la Cámara de
Diputados. Foto: efe
Fue su carácter combativo el que también destacó la viuda de Paz, María
José Tramini, al participar “como espectadora” en el homenaje que la
Cámara de Diputados llevó a cabo para su marido la semana pasada.
“Fue un hombre muy combativo que siempre defendió sus convicciones y
cuyo mayor premio fue vivir y escribir”, dijo Tramini a la agencia efe,
frente a la que destacó “los momentos privilegiados” que compartió
durante “casi cuatro décadas” con este “hombre excepcional”.
En la Cámara de Diputados, la viuda de Octavio Paz exhortó seguir el
ejemplo del escritor y hacer que el debate en la política sea “un
concierto de voces e ideas y no una Babel de monólogos simultáneos”.
Recordó que su esposo siempre apostó por la pluralidad y el contrapunto,
lo que “le costó que los poderes lo miraran con recelo, que no supieran
qué hacer con sus disensos y su defensa de la libertad”.
“Hoy se le honra en la Cámara de Diputados y el círculo se cierra. Su
voz puede sonar aquí y allá como la del individuo libre y valiente que
siempre fue”, dijo.
Octavio Paz fue autor de más de 40 libros, entre los que destacan
títulos como el mencionado El laberinto de la soledad (1950), El arco y
la lira (1956), Libertad bajo palabra (1960), Salamandra (1962), Sor
Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982) y La llama doble
(1993).
“Si los poetas fueran cimas, Paz sería el Everest”, dijo el escritor
Alberto Ruy Sánchez, para quien resulta extraordinaria la vigencia de su
poesía “sensual, lúcida y apasionada” y la fuerza de los ensayos que
“escribió con letra de poeta”.
“La poesía de Paz siempre estuvo adelantada a su generación, cuando
escribió sobre Juan José Tablada hizo el primer ensayo moderno, lo pone
como fundador de la modernidad literaria mexicana, cuando regresó a
México en los ‘70 se rodeó de la generación siguiente, la suya, tenía
una disponibilidad muy abierta hacia las innovaciones no sólo
tecnológicas, sino literarias en general”, dijo Alberto Ruy Sánchez.
Ese poeta adelantado a su tiempo, revive hoy en el centenario de su
nacimiento, con el fuego eterno de una literatura viva y honda,
esplendorosa.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/31-03-2014/945647. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMB
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Por: Mónica Maristain - marzo 31 de 2014 - 0:00
Ciudad de México, 31 de marzo
(SinEmbargo).- “Todo amor es subversivo”: una de las tantas
frases que pueblan el cartel con que la editorial Planeta se une a
las celebraciones por el centenario de Octavio Paz, nacido el 31 de
marzo de 1914 y muerto el 19 de abril de 1998.
Son ocho mil afiches conmemorativos,
con frases tomadas del libro La llama doble y que, distribuidos en el
Distrito Federal, Monterrey y Guadalajara, nutren la memoria gráfica
de una figura fundamental en la cultura mexicana contemporánea,
acaso el más grande intelectual que ha dado nuestro país en el
siglo XX.
El “Encuentro Intelectual Octavio Paz
y el mundo del siglo XXI”, que reunió a pensadores, autores y
especialistas de todo el mundo, transcurrió entre el jueves y el
viernes pasado, para volver a poner en el centro de la atención
popular al único Premio Nobel de Literatura que tiene México, con
la convicción expresa del presidente de Conaculta, Rafael Tovar y de
Teresa, de que “la mejor manera de recordarlo” es debatir y
dialogar y debatir alrededor de su obra.
Hugh Thomas, Ian Buruma, David Brading,
Miguel León-Portilla, Tzvetan Todorov, Jean Meyer, Norman Manea,
Jorge Edwards, Juan Goytisolo y Julio María Sanguinetti fueron
algunos de los intelectuales que celebraron la vigencia del autor de
Piedra de Sol y El laberinto de la soledad.
Los Premios Nobel Derek Walcott y Wole
Soyinka protagonizaron además un recital de poesía en Bellas Artes,
el recinto donde el martes la escritora Elena Poniatowska, Premio
Cervantes 2014, recibió la Medalla Bellas Artes, en una ceremonia
que había sido postergada por la muerte en enero del poeta mexicano
José Emilio Pacheco.
Poniatowska es autora de Octavio Paz:
Las palabras del árbol (2009), un retrato vivo y cariñoso de un
hombre que al decir de la autora de La noche de Tlatelolco “vivió
para las letras, unió a México con Japón y Francia y situó a
México en un punto muy importante” al ganar el Nobel en 1990.
Elena conoció a Paz en una cena que el
también escritor Carlos Fuentes ofreció en 1953 en honor del poeta,
que regresaba a México luego de una misión diplomática.
“Allí lo conocí y se veía muy
feliz, aunque en aquella época no se vestía bien como cuando se
casó con Marie José Tramini, quien lo empezó a vestir como un
dandi. Era un hombre guapo y lo sabía. México lo amó y lo ama
mucho”, dijo Poniatowska a la agencia efe.
Ambos fueron muy amigos y se admiraron
mutuamente, aun cuando no compartían muchas de sus ideas políticas,
un hecho que no impidió de todos modos que fuera Paz el ilustre
prologuista de La noche de Tlatelolco, la manera también de poner en
letras la profunda impresión que dejaron en el escritor los
episodios trágicos del 2 de octubre de 1968 en México y que
produjeron su famosa renuncia como embajador de la India.
Fundador de revistas como Plural y
Vuelta, donde promovió a jóvenes autores como Alberto Ruy Sánchez,
Enrique Krauze y Christopher Domínguez, Octavio Paz escribió en
1950 El laberinto de la soledad, “un análisis de México en que
habla de la chingada, nuestra madrecita que se entregó a Hernán
Cortés y de que somos un pueblo inseguro y gritón”, destacó la
autora de Tinísima.
DOS NUEVAS BIOGRAFÍAS
Precisamente, el crítico Christopher
Domínguez es el autor de una de las dos biografías que traen los
festejos del centenario de Octavio Paz y en ella repasa las
obsesiones del hombre, el poeta y el escritor apasionado, en una
publicación simultánea en Francia, Estados Unidos y México,
anunciada por Santillana para fines de este año.
Por otra parte, la escritora mexicana
Guadalupe Nettel prepara lo que se ha descrito como una “biografía
literaria” de Octavio Paz en la que destaca, entre otras cosas, la
relación del autor mexicano con el movimiento surrealista y en
particular con el poeta francés André Breton.
“Resulta curiosa la manera en que
Octavio Paz, al plantearse las mismas preguntas que Breton, omite las
descripciones de lo maravilloso y se refiere a él sólo de manera
tangencial. Se diría que este escritor latinoamericano, venido de un
mundo donde lo mágico tiene una presencia cotidiana, particularmente
en la literatura, busca más la sobriedad de imágenes que el poeta
francés”, ha escrito Nettel.
Cortesía Editorial Planeta
“Mientras
uno admiraba en el otro el exotismo mexicano y su absurdo cotidiano,
la magia de los oráculos mayas, las piedras de sol que alumbraban su
imaginario, Paz sube por las ramas del surrealismo en busca de Nerval
y Lautréamont, del deseo como liberación representado en la obra de
Sade, para renovarse en esa otra tradición, en esa otra magia.
Es probable que bajo el efecto de una
luna “objetiva” Paz se haya convertido por un instante
interminable en Breton y Breton en una mariposa de obsidiana,
extraviada en el París de la postguerra”, opina la autora de
Pétalos y El cuerpo en que nací.
LA VOZ COMBATIVA
La voz combativa de un hombre que luchó
desde la izquierda en pos de la transformación del hombre, abonando
ideas revolucionarias que dieron sustancia a su pensamiento político,
es lo que destacan en el centenario de Octavio Paz intelectuales como
Jorge Volpi y Juan Villoro.
Se trata de un perfil retaceado por
quienes lo ubican en el ítem de las ideas conservadoras y liberales,
sobre todo por la crítica feroz que a su vuelta del extranjero
realizó al estalinismo y a la luego fracasada Revolución Rusa y sus
réplicas.
“Creo que fue un hombre que tuvo una
evolución peculiar que durante su juventud abrazó la idea de la
revolución socialista y toda esa vertiente ideológica la desarrolló
hasta principios de los ’70. En los ’70, antes de regresar a
México luego de su estancia en la India, estuvo un par de años en
Europa y ese fue un periodo muy significativo para él en términos
políticos. Leyó a Alexander Solyenitzin, conoció de viva voz la
experiencia de disidentes soviéticos que terminaron por abrirle los
ojos.
Cuando Paz llega a México a mediados
de los ’70, lo hace en medio de una crisis personal de todos sus
valores que derivan en la publicación, en 1974, de un texto titulado
“Polvo de aquellos lodos”, donde hace una autocrítica de su
pasado socialista.
Esa versión del Paz autocrítico
repensando su pasado, su militancia, es el que entra en colisión con
una nueva generación de intelectuales jóvenes mexicanos, que se
agrupaban en ese momento en el suplemento La cultura en México,
dirigido por Carlos Monsiváis. Esos jóvenes eran los del ’68,
quienes por su mismo tránsito por ese año axial, se había
convertido en una generación muy radical, muy revolucionaria y que
tuvo un encuentro frontal con un Paz que venía ya de vuelta de todo
eso”, explicó el crítico Fernando García Ramírez, en entrevista
con SinEmbargo, al presentar el número de Letras Libres dedicado a
Octavio Paz.
“Creo que su crítica al socialismo
en los ’70 siempre fue en el marco de un pensamiento de izquierda.
Sus últimos gestos de simpatía hacia el Comandante Marcos y hacia
la sublevación chiapaneca tiene esta lectura, es decir, que Paz, por
la tradición de su papá, quien peleó con los zapatistas, y de su
abuelo, que fue un gran luchador liberal, tenía una tendencia casi
genética por la pasión revolucionaria”, agregó.
Fue su carácter combativo el que
también destacó la viuda de Paz, María José Tramini, al
participar “como espectadora” en el homenaje que la Cámara de
Diputados llevó a cabo para su marido la semana pasada.
“Fue un hombre muy combativo que
siempre defendió sus convicciones y cuyo mayor premio fue vivir y
escribir”, dijo Tramini a la agencia efe, frente a la que destacó
“los momentos privilegiados” que compartió durante “casi
cuatro décadas” con este “hombre excepcional”.
En la Cámara de Diputados, la viuda de
Octavio Paz exhortó seguir el ejemplo del escritor y hacer que el
debate en la política sea “un concierto de voces e ideas y no una
Babel de monólogos simultáneos”.
Recordó que su esposo siempre apostó
por la pluralidad y el contrapunto, lo que “le costó que los
poderes lo miraran con recelo, que no supieran qué hacer con sus
disensos y su defensa de la libertad”.
“Hoy se le honra en la Cámara de
Diputados y el círculo se cierra. Su voz puede sonar aquí y allá
como la del individuo libre y valiente que siempre fue”, dijo.
Octavio Paz fue autor de más de 40
libros, entre los que destacan títulos como el mencionado El
laberinto de la soledad (1950), El arco y la lira (1956), Libertad
bajo palabra (1960), Salamandra (1962), Sor Juana Inés de la Cruz o
las trampas de la fe (1982) y La llama doble (1993).
“Si los poetas fueran cimas, Paz
sería el Everest”, dijo el escritor Alberto Ruy Sánchez, para
quien resulta extraordinaria la vigencia de su poesía “sensual,
lúcida y apasionada” y la fuerza de los ensayos que “escribió
con letra de poeta”.
“La poesía de Paz siempre estuvo
adelantada a su generación, cuando escribió sobre Juan José
Tablada hizo el primer ensayo moderno, lo pone como fundador de la
modernidad literaria mexicana, cuando regresó a México en los ‘70
se rodeó de la generación siguiente, la suya, tenía una
disponibilidad muy abierta hacia las innovaciones no sólo
tecnológicas, sino literarias en general”, dijo Alberto Ruy
Sánchez.
Ese poeta adelantado a su tiempo,
revive hoy en el centenario de su nacimiento, con el fuego eterno de
una literatura viva y honda, esplendorosa.
OCTAVIO PAZ: 100 AÑOS
DE ESPLENDOR
Por: Mónica Maristain - marzo 31 de 2014 - 0:00
Fama, México, TIEMPO REAL, Último minuto - Sin comentarios
El poeta de los ojos azules, un hombre puente que unió a México con
otras culturas. Foto: efe
El poeta de los ojos azules, un hombre puente que unió a México con
otras culturas. Foto: efe
Ciudad de México, 31 de marzo (SinEmbargo).- “Todo amor es subversivo”:
una de las tantas frases que pueblan el cartel con que la editorial
Planeta se une a las celebraciones por el centenario de Octavio Paz,
nacido el 31 de marzo de 1914 y muerto el 19 de abril de 1998.
Son ocho mil afiches conmemorativos, con frases tomadas del libro La
llama doble y que, distribuidos en el Distrito Federal, Monterrey y
Guadalajara, nutren la memoria gráfica de una figura fundamental en la
cultura mexicana contemporánea, acaso el más grande intelectual que ha
dado nuestro país en el siglo XX.
El “Encuentro Intelectual Octavio Paz y el mundo del siglo XXI”, que
reunió a pensadores, autores y especialistas de todo el mundo,
transcurrió entre el jueves y el viernes pasado, para volver a poner en
el centro de la atención popular al único Premio Nobel de Literatura que
tiene México, con la convicción expresa del presidente de Conaculta,
Rafael Tovar y de Teresa, de que “la mejor manera de recordarlo” es
debatir y dialogar y debatir alrededor de su obra.
Hugh Thomas, Ian Buruma, David Brading, Miguel León-Portilla, Tzvetan
Todorov, Jean Meyer, Norman Manea, Jorge Edwards, Juan Goytisolo y Julio
María Sanguinetti fueron algunos de los intelectuales que celebraron la
vigencia del autor de Piedra de Sol y El laberinto de la soledad.
Los Premios Nobel Derek Walcott y Wole Soyinka protagonizaron además un
recital de poesía en Bellas Artes, el recinto donde el martes la
escritora Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2014, recibió la Medalla
Bellas Artes, en una ceremonia que había sido postergada por la muerte
en enero del poeta mexicano José Emilio Pacheco.
Poniatowska es autora de Octavio Paz: Las palabras del árbol (2009), un
retrato vivo y cariñoso de un hombre que al decir de la autora de La
noche de Tlatelolco “vivió para las letras, unió a México con Japón y
Francia y situó a México en un punto muy importante” al ganar el Nobel
en 1990.
Elena conoció a Paz en una cena que el también escritor Carlos Fuentes
ofreció en 1953 en honor del poeta, que regresaba a México luego de una
misión diplomática.
“Allí lo conocí y se veía muy feliz, aunque en aquella época no se
vestía bien como cuando se casó con Marie José Tramini, quien lo empezó a
vestir como un dandi. Era un hombre guapo y lo sabía. México lo amó y
lo ama mucho”, dijo Poniatowska a la agencia efe.
Ambos fueron muy amigos y se admiraron mutuamente, aun cuando no
compartían muchas de sus ideas políticas, un hecho que no impidió de
todos modos que fuera Paz el ilustre prologuista de La noche de
Tlatelolco, la manera también de poner en letras la profunda impresión
que dejaron en el escritor los episodios trágicos del 2 de octubre de
1968 en México y que produjeron su famosa renuncia como embajador de la
India.
Fundador de revistas como Plural y Vuelta, donde promovió a jóvenes
autores como Alberto Ruy Sánchez, Enrique Krauze y Christopher
Domínguez, Octavio Paz escribió en 1950 El laberinto de la soledad, “un
análisis de México en que habla de la chingada, nuestra madrecita que se
entregó a Hernán Cortés y de que somos un pueblo inseguro y gritón”,
destacó la autora de Tinísima.
DOS NUEVAS BIOGRAFÍAS
Precisamente, el crítico Christopher Domínguez es el autor de una de las
dos biografías que traen los festejos del centenario de Octavio Paz y
en ella repasa las obsesiones del hombre, el poeta y el escritor
apasionado, en una publicación simultánea en Francia, Estados Unidos y
México, anunciada por Santillana para fines de este año.
Por otra parte, la escritora mexicana Guadalupe Nettel prepara lo que se
ha descrito como una “biografía literaria” de Octavio Paz en la que
destaca, entre otras cosas, la relación del autor mexicano con el
movimiento surrealista y en particular con el poeta francés André
Breton.
“Resulta curiosa la manera en que Octavio Paz, al plantearse las mismas
preguntas que Breton, omite las descripciones de lo maravilloso y se
refiere a él sólo de manera tangencial. Se diría que este escritor
latinoamericano, venido de un mundo donde lo mágico tiene una presencia
cotidiana, particularmente en la literatura, busca más la sobriedad de
imágenes que el poeta francés”, ha escrito Nettel.
Cortesía Editorial Planeta
Cortesía Editorial Planeta
“Mientras uno admiraba en el otro el exotismo mexicano y su absurdo
cotidiano, la magia de los oráculos mayas, las piedras de sol que
alumbraban su imaginario, Paz sube por las ramas del surrealismo en
busca de Nerval y Lautréamont, del deseo como liberación representado en
la obra de Sade, para renovarse en esa otra tradición, en esa otra
magia.
Es probable que bajo el efecto de una luna “objetiva” Paz se haya
convertido por un instante interminable en Breton y Breton en una
mariposa de obsidiana, extraviada en el París de la postguerra”, opina
la autora de Pétalos y El cuerpo en que nací.
LA VOZ COMBATIVA
La voz combativa de un hombre que luchó desde la izquierda en pos de la
transformación del hombre, abonando ideas revolucionarias que dieron
sustancia a su pensamiento político, es lo que destacan en el centenario
de Octavio Paz intelectuales como Jorge Volpi y Juan Villoro.
Se trata de un perfil retaceado por quienes lo ubican en el ítem de las
ideas conservadoras y liberales, sobre todo por la crítica feroz que a
su vuelta del extranjero realizó al estalinismo y a la luego fracasada
Revolución Rusa y sus réplicas.
Intelectuales, en homenaje a Paz. Foto: efe
Intelectuales, en homenaje a Octavio Paz. Foto: Efe
“Creo que fue un hombre que tuvo una evolución peculiar que durante su
juventud abrazó la idea de la revolución socialista y toda esa vertiente
ideológica la desarrolló hasta principios de los ’70. En los ’70, antes
de regresar a México luego de su estancia en la India, estuvo un par de
años en Europa y ese fue un periodo muy significativo para él en
términos políticos. Leyó a Alexander Solyenitzin, conoció de viva voz la
experiencia de disidentes soviéticos que terminaron por abrirle los
ojos.
Cuando Paz llega a México a mediados de los ’70, lo hace en medio de una
crisis personal de todos sus valores que derivan en la publicación, en
1974, de un texto titulado “Polvo de aquellos lodos”, donde hace una
autocrítica de su pasado socialista.
Esa versión del Paz autocrítico repensando su pasado, su militancia, es
el que entra en colisión con una nueva generación de intelectuales
jóvenes mexicanos, que se agrupaban en ese momento en el suplemento La
cultura en México, dirigido por Carlos Monsiváis. Esos jóvenes eran los
del ’68, quienes por su mismo tránsito por ese año axial, se había
convertido en una generación muy radical, muy revolucionaria y que tuvo
un encuentro frontal con un Paz que venía ya de vuelta de todo eso”,
explicó el crítico Fernando García Ramírez, en entrevista con
SinEmbargo, al presentar el número de Letras Libres dedicado a Octavio
Paz.
“Creo que su crítica al socialismo en los ’70 siempre fue en el marco de
un pensamiento de izquierda. Sus últimos gestos de simpatía hacia el
Comandante Marcos y hacia la sublevación chiapaneca tiene esta lectura,
es decir, que Paz, por la tradición de su papá, quien peleó con los
zapatistas, y de su abuelo, que fue un gran luchador liberal, tenía una
tendencia casi genética por la pasión revolucionaria”, agregó.
María José Tramini, su viuda, recibe una medalla en la Cámara de
Diputados. Foto: efe
María José Tramini, viuda de Paz, recibe una medalla en la Cámara de
Diputados. Foto: efe
Fue su carácter combativo el que también destacó la viuda de Paz, María
José Tramini, al participar “como espectadora” en el homenaje que la
Cámara de Diputados llevó a cabo para su marido la semana pasada.
“Fue un hombre muy combativo que siempre defendió sus convicciones y
cuyo mayor premio fue vivir y escribir”, dijo Tramini a la agencia efe,
frente a la que destacó “los momentos privilegiados” que compartió
durante “casi cuatro décadas” con este “hombre excepcional”.
En la Cámara de Diputados, la viuda de Octavio Paz exhortó seguir el
ejemplo del escritor y hacer que el debate en la política sea “un
concierto de voces e ideas y no una Babel de monólogos simultáneos”.
Recordó que su esposo siempre apostó por la pluralidad y el contrapunto,
lo que “le costó que los poderes lo miraran con recelo, que no supieran
qué hacer con sus disensos y su defensa de la libertad”.
“Hoy se le honra en la Cámara de Diputados y el círculo se cierra. Su
voz puede sonar aquí y allá como la del individuo libre y valiente que
siempre fue”, dijo.
Octavio Paz fue autor de más de 40 libros, entre los que destacan
títulos como el mencionado El laberinto de la soledad (1950), El arco y
la lira (1956), Libertad bajo palabra (1960), Salamandra (1962), Sor
Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982) y La llama doble
(1993).
“Si los poetas fueran cimas, Paz sería el Everest”, dijo el escritor
Alberto Ruy Sánchez, para quien resulta extraordinaria la vigencia de su
poesía “sensual, lúcida y apasionada” y la fuerza de los ensayos que
“escribió con letra de poeta”.
“La poesía de Paz siempre estuvo adelantada a su generación, cuando
escribió sobre Juan José Tablada hizo el primer ensayo moderno, lo pone
como fundador de la modernidad literaria mexicana, cuando regresó a
México en los ‘70 se rodeó de la generación siguiente, la suya, tenía
una disponibilidad muy abierta hacia las innovaciones no sólo
tecnológicas, sino literarias en general”, dijo Alberto Ruy Sánchez.
Ese poeta adelantado a su tiempo, revive hoy en el centenario de su
nacimiento, con el fuego eterno de una literatura viva y honda,
esplendorosa.
Con información de agencias.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/31-03-2014/945647. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MXdvdfdfs
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/31-03-2014/945647. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MXdvdfdfs
OCTAVIO PAZ: 100 AÑOS
DE ESPLENDOR
Por: Mónica Maristain - marzo 31 de 2014 - 0:00
Fama, México, TIEMPO REAL, Último minuto - Sin comentarios
El poeta de los ojos azules, un hombre puente que unió a México con
otras culturas. Foto: efe
El poeta de los ojos azules, un hombre puente que unió a México con
otras culturas. Foto: efe
Ciudad de México, 31 de marzo (SinEmbargo).- “Todo amor es subversivo”:
una de las tantas frases que pueblan el cartel con que la editorial
Planeta se une a las celebraciones por el centenario de Octavio Paz,
nacido el 31 de marzo de 1914 y muerto el 19 de abril de 1998.
Son ocho mil afiches conmemorativos, con frases tomadas del libro La
llama doble y que, distribuidos en el Distrito Federal, Monterrey y
Guadalajara, nutren la memoria gráfica de una figura fundamental en la
cultura mexicana contemporánea, acaso el más grande intelectual que ha
dado nuestro país en el siglo XX.
El “Encuentro Intelectual Octavio Paz y el mundo del siglo XXI”, que
reunió a pensadores, autores y especialistas de todo el mundo,
transcurrió entre el jueves y el viernes pasado, para volver a poner en
el centro de la atención popular al único Premio Nobel de Literatura que
tiene México, con la convicción expresa del presidente de Conaculta,
Rafael Tovar y de Teresa, de que “la mejor manera de recordarlo” es
debatir y dialogar y debatir alrededor de su obra.
Hugh Thomas, Ian Buruma, David Brading, Miguel León-Portilla, Tzvetan
Todorov, Jean Meyer, Norman Manea, Jorge Edwards, Juan Goytisolo y Julio
María Sanguinetti fueron algunos de los intelectuales que celebraron la
vigencia del autor de Piedra de Sol y El laberinto de la soledad.
Los Premios Nobel Derek Walcott y Wole Soyinka protagonizaron además un
recital de poesía en Bellas Artes, el recinto donde el martes la
escritora Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2014, recibió la Medalla
Bellas Artes, en una ceremonia que había sido postergada por la muerte
en enero del poeta mexicano José Emilio Pacheco.
Poniatowska es autora de Octavio Paz: Las palabras del árbol (2009), un
retrato vivo y cariñoso de un hombre que al decir de la autora de La
noche de Tlatelolco “vivió para las letras, unió a México con Japón y
Francia y situó a México en un punto muy importante” al ganar el Nobel
en 1990.
Elena conoció a Paz en una cena que el también escritor Carlos Fuentes
ofreció en 1953 en honor del poeta, que regresaba a México luego de una
misión diplomática.
“Allí lo conocí y se veía muy feliz, aunque en aquella época no se
vestía bien como cuando se casó con Marie José Tramini, quien lo empezó a
vestir como un dandi. Era un hombre guapo y lo sabía. México lo amó y
lo ama mucho”, dijo Poniatowska a la agencia efe.
Ambos fueron muy amigos y se admiraron mutuamente, aun cuando no
compartían muchas de sus ideas políticas, un hecho que no impidió de
todos modos que fuera Paz el ilustre prologuista de La noche de
Tlatelolco, la manera también de poner en letras la profunda impresión
que dejaron en el escritor los episodios trágicos del 2 de octubre de
1968 en México y que produjeron su famosa renuncia como embajador de la
India.
Fundador de revistas como Plural y Vuelta, donde promovió a jóvenes
autores como Alberto Ruy Sánchez, Enrique Krauze y Christopher
Domínguez, Octavio Paz escribió en 1950 El laberinto de la soledad, “un
análisis de México en que habla de la chingada, nuestra madrecita que se
entregó a Hernán Cortés y de que somos un pueblo inseguro y gritón”,
destacó la autora de Tinísima.
DOS NUEVAS BIOGRAFÍAS
Precisamente, el crítico Christopher Domínguez es el autor de una de las
dos biografías que traen los festejos del centenario de Octavio Paz y
en ella repasa las obsesiones del hombre, el poeta y el escritor
apasionado, en una publicación simultánea en Francia, Estados Unidos y
México, anunciada por Santillana para fines de este año.
Por otra parte, la escritora mexicana Guadalupe Nettel prepara lo que se
ha descrito como una “biografía literaria” de Octavio Paz en la que
destaca, entre otras cosas, la relación del autor mexicano con el
movimiento surrealista y en particular con el poeta francés André
Breton.
“Resulta curiosa la manera en que Octavio Paz, al plantearse las mismas
preguntas que Breton, omite las descripciones de lo maravilloso y se
refiere a él sólo de manera tangencial. Se diría que este escritor
latinoamericano, venido de un mundo donde lo mágico tiene una presencia
cotidiana, particularmente en la literatura, busca más la sobriedad de
imágenes que el poeta francés”, ha escrito Nettel.
Cortesía Editorial Planeta
Cortesía Editorial Planeta
“Mientras uno admiraba en el otro el exotismo mexicano y su absurdo
cotidiano, la magia de los oráculos mayas, las piedras de sol que
alumbraban su imaginario, Paz sube por las ramas del surrealismo en
busca de Nerval y Lautréamont, del deseo como liberación representado en
la obra de Sade, para renovarse en esa otra tradición, en esa otra
magia.
Es probable que bajo el efecto de una luna “objetiva” Paz se haya
convertido por un instante interminable en Breton y Breton en una
mariposa de obsidiana, extraviada en el París de la postguerra”, opina
la autora de Pétalos y El cuerpo en que nací.
LA VOZ COMBATIVA
La voz combativa de un hombre que luchó desde la izquierda en pos de la
transformación del hombre, abonando ideas revolucionarias que dieron
sustancia a su pensamiento político, es lo que destacan en el centenario
de Octavio Paz intelectuales como Jorge Volpi y Juan Villoro.
Se trata de un perfil retaceado por quienes lo ubican en el ítem de las
ideas conservadoras y liberales, sobre todo por la crítica feroz que a
su vuelta del extranjero realizó al estalinismo y a la luego fracasada
Revolución Rusa y sus réplicas.
Intelectuales, en homenaje a Paz. Foto: efe
Intelectuales, en homenaje a Octavio Paz. Foto: Efe
“Creo que fue un hombre que tuvo una evolución peculiar que durante su
juventud abrazó la idea de la revolución socialista y toda esa vertiente
ideológica la desarrolló hasta principios de los ’70. En los ’70, antes
de regresar a México luego de su estancia en la India, estuvo un par de
años en Europa y ese fue un periodo muy significativo para él en
términos políticos. Leyó a Alexander Solyenitzin, conoció de viva voz la
experiencia de disidentes soviéticos que terminaron por abrirle los
ojos.
Cuando Paz llega a México a mediados de los ’70, lo hace en medio de una
crisis personal de todos sus valores que derivan en la publicación, en
1974, de un texto titulado “Polvo de aquellos lodos”, donde hace una
autocrítica de su pasado socialista.
Esa versión del Paz autocrítico repensando su pasado, su militancia, es
el que entra en colisión con una nueva generación de intelectuales
jóvenes mexicanos, que se agrupaban en ese momento en el suplemento La
cultura en México, dirigido por Carlos Monsiváis. Esos jóvenes eran los
del ’68, quienes por su mismo tránsito por ese año axial, se había
convertido en una generación muy radical, muy revolucionaria y que tuvo
un encuentro frontal con un Paz que venía ya de vuelta de todo eso”,
explicó el crítico Fernando García Ramírez, en entrevista con
SinEmbargo, al presentar el número de Letras Libres dedicado a Octavio
Paz.
“Creo que su crítica al socialismo en los ’70 siempre fue en el marco de
un pensamiento de izquierda. Sus últimos gestos de simpatía hacia el
Comandante Marcos y hacia la sublevación chiapaneca tiene esta lectura,
es decir, que Paz, por la tradición de su papá, quien peleó con los
zapatistas, y de su abuelo, que fue un gran luchador liberal, tenía una
tendencia casi genética por la pasión revolucionaria”, agregó.
María José Tramini, su viuda, recibe una medalla en la Cámara de
Diputados. Foto: efe
María José Tramini, viuda de Paz, recibe una medalla en la Cámara de
Diputados. Foto: efe
Fue su carácter combativo el que también destacó la viuda de Paz, María
José Tramini, al participar “como espectadora” en el homenaje que la
Cámara de Diputados llevó a cabo para su marido la semana pasada.
“Fue un hombre muy combativo que siempre defendió sus convicciones y
cuyo mayor premio fue vivir y escribir”, dijo Tramini a la agencia efe,
frente a la que destacó “los momentos privilegiados” que compartió
durante “casi cuatro décadas” con este “hombre excepcional”.
En la Cámara de Diputados, la viuda de Octavio Paz exhortó seguir el
ejemplo del escritor y hacer que el debate en la política sea “un
concierto de voces e ideas y no una Babel de monólogos simultáneos”.
Recordó que su esposo siempre apostó por la pluralidad y el contrapunto,
lo que “le costó que los poderes lo miraran con recelo, que no supieran
qué hacer con sus disensos y su defensa de la libertad”.
“Hoy se le honra en la Cámara de Diputados y el círculo se cierra. Su
voz puede sonar aquí y allá como la del individuo libre y valiente que
siempre fue”, dijo.
Octavio Paz fue autor de más de 40 libros, entre los que destacan
títulos como el mencionado El laberinto de la soledad (1950), El arco y
la lira (1956), Libertad bajo palabra (1960), Salamandra (1962), Sor
Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982) y La llama doble
(1993).
“Si los poetas fueran cimas, Paz sería el Everest”, dijo el escritor
Alberto Ruy Sánchez, para quien resulta extraordinaria la vigencia de su
poesía “sensual, lúcida y apasionada” y la fuerza de los ensayos que
“escribió con letra de poeta”.
“La poesía de Paz siempre estuvo adelantada a su generación, cuando
escribió sobre Juan José Tablada hizo el primer ensayo moderno, lo pone
como fundador de la modernidad literaria mexicana, cuando regresó a
México en los ‘70 se rodeó de la generación siguiente, la suya, tenía
una disponibilidad muy abierta hacia las innovaciones no sólo
tecnológicas, sino literarias en general”, dijo Alberto Ruy Sánchez.
Ese poeta adelantado a su tiempo, revive hoy en el centenario de su
nacimiento, con el fuego eterno de una literatura viva y honda,
esplendorosa.
Con información de agencias.
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