"Vivo
en una lágrima de rabia, en un puño alzado, en un paso firme que marcha
sobre el enemigo. Vivo en tu resistencia, vivo en tu protesta, en tu
compromiso y en tu esfuerzo. Júrame que no te rindes, ¡pero júramelo a
los ojos! Mira la carne y la sangre y los huesos en que me dejaron y ve
la mirada fija de quien una vez fui. Estudiante. Normalista. Hermano. No
me olvides, porque si me olvidas ellos
ganan, si me confundes con eso que dejaron en el suelo solo seré un
torturado más y eso mismo quieren ellos, ellos que me esperaron, que me
buscaron, que me persiguieron y me ultrajaron para que dejara de ser
humano, pero que no pudieron. Ellos que sirven a la muerte y aplastan la
inocencia y la confianza del pueblo pobre para que se calle, para que
aguante, para que se deje matar, pero que no pudieron"
Devuélveme mis ojos
Estoy tirado en el suelo. Se nota dónde enterraron el cuchillo y me
cortaron la cara. Se me ven los dientes. En vez de rostro hay carne
expuesta y te atormentan dos huecos donde deberían estar mis ojos.
Mis compañeros me estuvieron buscando y me encontraron convertido en
símbolo. Quisieron arrebatarme de los míos, robarles la memoria para
matarme, para borrarme y desaparecerme ahora sí y para siempre. Quisieron
convertirme en su crimen, su amenaza, su muñeco de espantajo y
amedrento, pero yo vivo.
Vivo cuando mi madre llora y susurra mi nombre con la voz
entrecortada, vivo en el funeral repleto de amigos y amados, multitud
doliente que con su mera presencia refuta el terror y declara que entre
ellos vivió alguien, un joven que conocieron y al que veían y querían
ver, un ser que sigue siendo querido en su dolor, en su cariño y en sus
recuerdos, no el crimen atroz en que quisieron convertirme.
Vivo en una lágrima de rabia, en un puño alzado, en un paso firme que
marcha sobre el enemigo. Vivo en tu resistencia, vivo en tu protesta,
en tu compromiso y en tu esfuerzo. Júrame que no te rindes, ¡pero
júramelo a los ojos! Mira la carne y la sangre y los huesos en que me
dejaron y ve la mirada fija de quien una vez fui. Estudiante.
Normalista. Hermano. No me olvides, porque si me olvidas ellos ganan, si
me confundes con eso que dejaron en el suelo solo seré un torturado más
y eso mismo quieren ellos, ellos que me esperaron, que me buscaron, que
me persiguieron y me ultrajaron para que dejara de ser humano, pero que
no pudieron. Ellos que sirven a la muerte y aplastan la inocencia y la
confianza del pueblo pobre para que se calle, para que aguante, para que
se deje matar, pero que no pudieron.
Porque el rostro que se llevaron es mío pero la carne que dejaron es
de todos y estos huesos también son tuyos y estos ojos también te
faltan. Mi gente me llora y mi pueblo hoy se esconde, pero cuando salga a
reconquistar las calles no podrá, por más que intente ya no podrá ser
un pueblo inocente, no será un pueblo que confía. Será fuego, luz,
estruendo y viento. Será el ejército redentor, el huracán que arrasa los
escombros para que venga el futuro, será la muerte alada y justiciera
que sostiene la razón y empuña despiadada las armas para imponerla. Mi
pueblo será el implacable regreso de la justicia y de la historia.
Estoy tirado en el suelo, pero desde aquí puedo ver venir la guerra necesaria.
Julio César Mondragón nació en el Distrito Federal y murió
torturado en Iguala, Guerrero, el 27 de septiembre de 2014, lo
sobreviven su lucha, nuestro dolor y sus principios.
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