Hugo Aboites*
En
apenas un par de días, en Brasil apareció, con fuerza no exenta de dramatismo,
una confrontación que hizo visible una de las disyuntivas que hoy cruzan la
educación superior en México y el resto de América Latina. El martes (La
Jornada, 29/7/14) se
inaugura en Río de Janeiro el tercer Encuentro Internacional de Rectores
Universia, organizado por la fundación del mismo nombre, que a su vez depende
de Banca Santander, uno de los grupos financieros más poderosos de España y
América Latina. El presidente de esta trasnacional, Emilio Botín, al inaugurar
el foro habla de
Iberoamérica, una región joven con talento y enorme potencial que vive momentos cruciales para asentar un modelo de desarrollo social y económico sostenible.A pesar de que en el encuentro están presentes más de mil rectores de universidades de América Latina y del mundo, no se hace presente la invitada, presidenta Dilma Rousseff, ni menos alguno de los funcionarios de su gabinete.
Al día siguiente (La Jornada, 30/7/4) aparece el porqué de este desaire
al encuentro. Por conducto de los medios, Rousseff se dirige al señor Botín y
le reclama su injerencia en el proceso electoral brasileño, y no perdona las
rústicas explicaciones que sobre este tema había dado el día anterior en la
inauguración del acto universitario (
fue un error de un bajo funcionario). En efecto, Banca Santander de Brasil días antes había distribuido un análisis en el que vaticinaba un desastre económico total si los brasileños relegían a la presidenta. Con esto, el banco claramente “apuesta –decía la nota– por la derrota de Dilma y por la victoria del conservador Aécio Neves…” Y por eso la airada Rousseff declara que es
inadmisible para cualquier país aceptar interferencias de este tipo, y además deja entrever la posibilidad de abrir contra Botín un proceso legal por violación al marco electoral.
Lo que aquí resalta, en primer lugar, es que una vez más sea este
poderoso grupo financiero europeo el que ejerce una evidente capacidad de
liderazgo universitario. Otros encuentros anteriores de Universia, como el de
Guadalajara, México, convocaron a cientos de instituciones latinoamericanas,
pero en esta ocasión se suman también las de otras regiones del mundo. Este no
es resultado de algún especial carisma de Universia sino, entre otras cosas, de
la labor que desde hace años ha venido desarrollando la fundación entre las
instituciones, ofreciendo becas, equipo de computación, financiamiento para
investigaciones, movilidad de estudiantes y la firma de toda clase de convenios
benéficos para las casas de estudio.
Y todo esto se traduce en un aumento en la cartera de clientes,
pero también en una presencia que, ante la escasez de recursos estatales, puede
ofrecer algún alivio. El liderazgo tiene así una clara vertiente financiera,
pero casi inevitablemente, también política.
En efecto, en segundo lugar, este liderazgo por momentos hace su
interés en controlar procesos, instituciones y, como el caso de Brasil, hasta
el futuro de países. Pero además, por las preferencias electorales que
manifiesta Banca Santander, es claro que en ese liderazgo están presentes las
concepciones más conservadoras y, viendo su actuación en España, incluso
monárquicas. Éstas, aunque no se quiera, son ahora parte del marco implícito de
la discusión sobre el rumbo de la educación superior latinoamericana. Hablar de
desarrollo sosteniblepuede parecer una frase inocua, pero gracias al episodio brasileño sabemos que está ahí detrás una agresiva definición política que, si busca orientar a las naciones, no es de extrañar que también lo haga con la educación. Esto convierte a Santander-Universia en un factor opuesto al desarrollo de democracias nacionales y propuestas universitarios de corte independiente, alejadas de políticas agresivamente neoliberales y conservadoras.
Al liderazgo económico y político que ahora tendrán en México
grupos económicos en el terreno energético se suma el educativo. Evidentemente,
en este encuentro los rectores podrán hablar con plena libertad e incluso
generar pronunciamientos de avanzada, pero al estar colocados en el circuito de
los grupos financieros, y no en el de otras fuerzas y liderazgos más amplios y
representativos de las problemáticas sociales latinoamericanas, aun esos
pronunciamientos
librescorren el riesgo de convertirse más temprano que tarde en declaraciones perfectamente huecas.
Mientras esto ocurre en Río, en México, con sus carteles, marchas
y demandas, grupos que se inconforman y protestan contra la endémica falta de
lugares y de instituciones universitarias claramente están planteando un marco
distinto al que en educación impulsan grupos financieros como Santander. Por
eso, más que descalificar a los rechazados es importante reconocer que su
demanda e insistencia en acceder sobre todo a las universidades públicas y
autónomas es una manera de defender a esas instituciones y fortalecerlas como
indispensables. Y lo mismo logra la silenciosa pero poderosa interpelación que
hacen cientos de miles que demandan un lugar precisamente en ese tipo de
instituciones. Están defendiendo modelos universitarios latinoamericanos que
desde tiempo atrás están por la ampliación de la matrícula, gratuidad,
eliminación de exámenes de selección, la democracia interna, la flexibilidad
académica, y, sobre todo, la verdadera autonomía. Todo lo que no se dice en
estos encuentros. Las universidades no deben ser botín, son espacios públicos.
*Rector de la UACM
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